He estado en múltiples presentaciones donde te presentan y luego hablas durante un buen rato de ti y de tu libro.
He estado en charlas para clubes de lectura en los que los asistentes han leído tu novela y, al margen de quererte conocer, vienen para comentar aspectos muy concretos de lo que han visto en tu libro, normalmente entusiasmados con lo que han observado en esas páginas, aunque, en ocasiones, también te comentan la pegas que han detectado (normalmente son mujeres las que forman esos clubes).
También he asistido a combates de boxeo (eso sí, literarios) donde dos escritores defienden posturas diferentes, como por ejemplo: si da más juego un detective o un policía en un relato negro. Cada uno expresa su criterio y el público asistente apoya al que mejor se ha defendido en ese aspecto o al que mejor lo ha argumentado.
Son todos geniales y cada uno tiene su idiosincrasia, pero el pasado 16 de mayo estuve en un acto totalmente diferente, estuve en un apedreamiento.
Aureli Vázquez, de la librería Espai Literari, se propuso montar un evento totalmente diferente, un acto donde los asistentes tenían que haber leído forzosamente la novela del autor invitado y podían aprovechar para criticarle todos aquellas cosas que estimasen oportunas, cualquier cosa, y luego pedirle que se defendiera de esas acusaciones.
Pensé que podría ser muy divertido y me atreví, no sin miedo. Disfruté de ello y no me arrepiento haber asistido. Estuve delante de un público muy entendido, altamente interesado y, sobre todo, muy participativo, independientemente de que la conducción del acto por parte de Aureli fue magistral.
Tengo que decir que aprendí un montón porque el público mostró lo que a cada uno de ellos le interesaba leer y descubrir dentro de una novela negra y eso fue muy ilustrativo.
Pase un gran rato, lamentando que el tiempo pasara tan deprisa. Me hubiera quedado una hora más charlando, aunque no sé si ellos hubieran opinado lo mismo.
Estoy deseando terminar otra novela para volverme a dejar apedrear.